miércoles, 29 de noviembre de 2017

LA SONRISA DE ZIDANE


JOSÉ MANUEL MORENO

La temporada pasada, por estas fechas, el Madrid de Zidane sacaba los partidos adelante, era líder, pero de juego, poca cosa, la verdad. Pero a raíz de la derrota in extremis en el Clásico del 23 de abril y de la rotura definitiva de la hasta entonces intocable BBC, el equipo empezó a funcionar como un reloj y "atropelló" al Atlético de Madrid en semifinales y a la mismísima Juventus en la gran final de la Champions. En la Liga, se ganaron todos los partidos hasta el final, con solvencia y comodidad. Esa final de Cardiff, ese 4-1 a la mejor defensa de Europa y, sobre todo, esa segunda parte, ya han pasado a la historia del fútbol. Difícil, por no decir imposible, jugar mejor en una finalísima, donde el conservadurismo y los nervios suelen presidir los acontecimientos.
Llegó el verano y se marchó Álvaro Morata (y sus 20 goles) buscando una titularidad de la que en Madrid no iba a gozar jamás con el muro de Benzema, salió incomprensiblemente Pepe, cuando el club le ofreció renovar por un año, y salió James, en una cesión a un rival directo como es el Bayern Múnich. Y no vino Mbappé, el nuevo Ronaldo Nazario, aunque el Marca lo dio por hecho por 180 millones. Y se quedó Bale, el hombre a una lesión pegado, como decía Quevedo de la nariz de su archirrival Góngora.
Pero llegaron las Supercopas. Y, madre mía, qué manera de jugar al fútbol. Menuda presión alta. Juego solidario, a la par que efectivo. Pasamos por encima de Mánchester United y de Barcelona, este último en plena depresión tras la marcha de Neymar. Parecíamos abocados a una Liga fácil y cómoda para el Madrid, de esas que se ganan en Navidad. Pero llegó el Valencia a Chamartín y nos entraron las dudas. Y hasta el Levante se llevó tajada de nuestro templo. Y se perdió de forma incomprensible ante el Betis, en un partido que en condiciones normales era de 4-0. Y llegó Gerona, con Puigdemont tomando cañas tras su DUI fallida, y se jugó andando, en el partido más nefasto que le recuerdo a los blancos. Y llegó la catástrofe de Londres. Y los 10 puntos de diferencia con un Barça que no enamora, pero que defiende como casi nunca, con un Messi haciendo de él y del brasileño huido por 222 millones de razones. Y ahora nos encontramos un equipo B que no es ni la sombra del equipo B del año pasado. Con CR7 que no marca ni a tiros si no escucha la musiquilla de la Champions y un Benzema depresivo, pensando en un Mundial imposible.
Y ayer el Fuenlabrada no nos eliminó de milagro. Si no sale Bale, palmamos. Y la sonrisa de Zidane ya empieza a hacernos menos gracia. Y ese "hemos jugado bien en la segunda parte" nos parece políticamente correcto pero insoportable para la hinchada, por falso y embustero. El equipo es muy bueno, aunque el banquillo no sea el del año pasado. Se cometió un error histórico al no fichar al francesito, pero es lo que les pasa a los que se instalan en el éxito y desconocen que las renovaciones hay que hacerlas cuando se gana, no esperar a hacerlas cuando se pierde. ¿Creo aún en este Madrid? A la fuerza hay que creer en el equipo de Ramos, Modric, Isco y Cristiano Ronaldo. Pero hay que volver al espíritu de Cardiff, tiene que volver el equipo solidario, "fuenteovejuno" diría yo.
El Barça tiene lógicamente que empezar a conocer el sabor de la mala suerte, del desacierto, aunque 8 puntos parezcan muchos, hasta para un creyente irredento como un servidor. En fin, que la sonrisa de Zidane ya no nos hace tanta gracia, pero, en verdad, el que ríe el último, ríe mejor.

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