JOSÉ
MANUEL MORENO
Los
autogoles o tantos en propia puerta han sido, en muchas ocasiones, claves y
decisivos en victorias y derrotas de partidos y campeonatos importantes.
El
Real Madrid, a pesar de su fama de equipo con suerte, los ha sufrido en sus
carnes en choques recordados, a pesar del transcurrir de los años.
Por
ejemplo, el gol de Zunzunegui en la final de Copa de 1968. Final de las
botellas, polémica arbitral, pero toda una final decidida tristemente por un
autogol del defensa vigués. La misma temporada, en la vuelta de la semifinal de
Copa de Europa ante el Manchester United, un tanto del navarro Ignacio Zoco
"ayudó" (muy a su pesar) a la eliminación del equipo blanco, que
tenía ventaja al descanso. Predrag Spacic fue un mediocre (aunque
internacional) defensa yugoslavo que se hizo "famoso" por su golazo
en propia puerta en el Camp Nou en la temporada 90-91. La campaña siguiente, un
excelente defensa brasileño, Ricardo Rocha, tuvo la fatalidad de marcar autogoles
en dos partidos decisivos: en el último partido de Liga, en Tenerife, y en el
choque de vuelta de la semifinal de la Copa de la UEFA ante el Torino de Martín
Vázquez.
En
sentido contrario, es decir, autogoles que contribuyeron a victorias merengues,
recordemos, por ejemplo, el del inglés Perryman, que decidió la eliminatoria de
Copa de la UEFA entre el Tottenham y el Real Madrid la temporada 84-85. La
Octava Copa de Europa "cayó", entre otras cosas, por el gol de Roy
Keane en el United-Real Madrid de cuartos de final y el de Jeremies en la
semifinal ante el Bayern Múnich.
Igualmente,
se nos viene a la cabeza el gol del brasileño Nasa en la Copa Intercontinental
de 1998 entre el club blanco y el Vasco de Gama. Y el del holandés Paauwe, que
contribuyó al triunfo madridista en la Supercopa de Europa de 2002 ante el
Feyenoord.
Muchos
autogoles menos decisivos nos dejamos en el tintero pero lo que está claro es
que todos estos futbolistas ¡no querían! marcar en la portería de su propio
equipo. Fútbol es fútbol.