lunes, 27 de septiembre de 2010

EL DÍA QUE LLORÉ PORQUE CESARON A MIGUEL MUÑOZ



Ahora que parece que los entrenadores del Real Madrid tienen todos fechas de caducidad, y que ganen o pierdan, todos se van al año de entrar, hubo un tiempo en el que no solo no fue así, sino que don Miguel Muñoz Mozún parecía tener el cargo vitalicio. 14 años al frente del mejor equipo del mundo, con 2 Copas de Europa y 9 Ligas como principal bagaje. Fue precisamente con la llegada de los extranjeros a nuestra Liga, cuando el Madrid se quedó a años luz del Barça de un incomensurable Johan Cruyff, y esa diferencia de juego y resultados dio con el castizo M.M. como se le decía en la prensa, por comparación con Helenio Herrera o H.H. hizo que dimitiera o que se lo cargara don Santiago Bernabeu, el secreto que se llevaron ambos a la tumba. Mitad de una cosa, mitad de la otra, me imagino. El caso es que un 15 de enero de 1974, tras perder el equipo 2-0 en Castellón, Muñoz era sustituido por su ex compañero en la época futbolística y secretario técnico del club, don Luis Molowny. Los comienzos del canario no fueron precisamente brillantes y con él en el banquillo de Chamartín, sufrimos la humillación del tantas veces renombrado 0-5 con una exhibición increíble de un fútbol total que nunca se había visto en España desde la época de Di Stéfano. El Madrid, como siempre, se tomó la revancha, apenas cuatro meses más tarde, endosándole a su máximo rival un 4-0 en la final de la Copa del Generalísimo, disputada en el Vicente Calderón, eso sí, sin extranjeros, que en aquella época no jugaban el torneo copero. Pero lo que quería hoy contaros que para un niño con 12 años como era entonces el que suscribe, el hecho de la marcha de Muñoz fue peor que si se hubiera muerto un familiar, y que me pegué una "pechá" de llorar de mil pares de narices. ¿Qué sería del Madrid sin don Miguel en el banquillo? Pues como diría Luis Aragonés, ganar, ganar y ganar, como toda la vida. Pero qué día aquel de la marcha, de motu propia u obligada. Uno de los primeros malos momentos de mi vida. Aunque, a mis 49 años, casi me de la risa contarlo. Qué cosas.

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