viernes, 25 de febrero de 2011
MIGUEL INDURÁIN, MÁS GRANDE COMO PERSONA QUE COMO CICLISTA
JOSÉ MANUEL MORENO.
He oído desde siempre que las grandes personas, los que de verdad llegan a lo más alto en sus profesiones o especialidades son las personas más humildes y menos engreídas. Esto, naturalmente, no se cumple en todos los casos, pero sí que es palabra de Dios en el caso del deportista más grande de todos los tiempos en España, don Miguel Induráin. Con motivo de mi trabajo en la televisión local Velevisa de Vélez-Málaga, el año 1994 me fui para el hotel en el que se encontraban casi todos los equipos participantes en la Ruta del Sol o Vuelta a Andalucía. Allí entrevisté a grandes de este deporte como Marino Lejarreta, Manolo Saiz, Maximino Pérez, etc, pero mi obsesión era Induráin. Pasaban las horas y no aparecía. Me dicen que su equipo está cenando. El compañero que estaba conmigo de cámara hacía horas que quería irse para Vélez. Lógico. Pero le convencí como pude. Y, al final, tras cinco horas de espera, apareció él. Mi compi, por error, me decía que tirara por su hermano Prudencio, son parecidísimos, pero yo tenía la mirada clavada en Miguelón. Lo abordé balbuceante, pero tras un breve intercambio de palabras, no hizo falta mucho para convencerle que se quedara unos minutos con nosotros para una entrevista. A todo esto, en Vélevisa no sabían nada de dónde nos encontrábamos. No era época de móviles, ni tampoco tuve la precaución de llamar, con lo obsesionado que me encontraba en entrevistar al por entonces tres veces ganador del Tour de Francia. Total, que mi compañero Paco sacó un foco, nos sentamos en unas sillas con una mesita de la terraza del hotel nerjeño en que nos encontrábamos y le hice al fin la entrevista. Él, con una paciencia infinita, yo, con unos nervios, que hizo que mis primeras palabras fueran casi inaudibles. Me templé un poco y estuvimos como diez minutos conversando. Parecía un sueño. Yo, allí, con el mejor ciclista del mundo. Terminó la entrevista, se lo agradecí como es natural, y la verdad es que si la felicidad existe, aquello debía ser lo más parecico. Llegamos cerca de las diez de la noche a Vélez, y nos encontramos a una empresa poco menos que en pie de guerra. Habían llamado a mi hermana Ana Mari, preocupados, que allí estaba esperándome, y al Hospital Comarcal, por si nos había ocurrido algo. Una vez deshecho el entuerto, mis jefes se pusieron casi más contentos y orgullosos que yo, y la entrevista se emitió esa misma noche.
Pero ahí no acaba mi historia con el gran corredor navarro. En el 96, volví a hacerlo, pero esta vez, me agencié un mes antes de la Vuelta a Andalucía, el teléfono de Eusebo Unzué, que desde el primer momento se mostró receptivo a no poner el más mínimo problema para que lo entrevistara. Esta vez, con "cita previa" y sin sustos para nadie. Terminó la etapa. Me fui, sin decir ni mu a los compañeros de la información de Vélez, que luego me dijeron que algo se olieron. Llegamos al Parador de Turismo de Nerja, y enseguida apareció Unzué. Charlamos amigablemente, y como anécdota, sabiendo de su amor a los colores blancos, le regalé un llavero con la efigie de Fernando Hierro, lo cual agradeció, aunque él no era partidario de proclamar su madridismo en público, teniendo un hermano jugando en el Barcelona. Me dijo que a las siete bajaría de la habitación Miguel. A las siete en punto lo vi aparecer, con un pañuelo en la mano, porque según me dijo, en cuanto nos saludamos con sencillez y como si nos conociéramos de toda la vida, estaba algo resfriado. Hablamos casi un cuarto de hora, esta vez yo con los nervios más templados. Al finalizar la entrevista, me encontaba tan agradecido que eché mano de mi cartera. Le pregunté: ¿Eres creyente? Al responderme afirmativamente, le entregué un calendario de bolsillo con mi Ecce-Homo, del que uno era entonces el Hermano Mayor. Lo miró, se lo quedó y yo acabé con un sabor de boca entre el deber cumplido y la incredulidad ante la sencillez y humildad de aquel tipo. La segunda entrevista fue muy comentada en todo Vélez-Málaga y de nuevo se puede decir que "triunfé". Esta vez, sin improvisación ni llamadas a hospitales. Esta vez, con tranquilidad y para mi solito. Otro día les contaré otras historias de otras entrevistas con gente también muy importantes del deporte, la política o del celuloide, aunque casi ninguno con la humanidad del gran Miguel Induráin. Que le vaya bien en la vida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario