JOSÉ MANUEL MORENO
Mi primer recuerdo futbolístico es ver a Paco Gento, el de
las 6 Copas de Europa, enredado en la portería del Santiago Bernabéu, tras
marcarle un golazo al Barcelona. Corría el mes de septiembre de 1969 y ese Clásico,
entonces llamado Derbi, acabó en empate a tres. Fue el partido de la lesión de
De Felipe a Bustillo, de los dos goles de Fleitas y del empate final de Carlos
Rexach. Un año más tarde, en octubre de 1970, mi padre, de regalo
por mi noveno cumpleaños, me llevó a La Rosaleda a ver mi primer partido en
directo de nuestro Real Madrid. Bueno, lo de ver…más bien oír, respirar, sentir…porque
un niño de mi edad en la grada de Preferencia de aquel entonces, con todo el
mundo de pie, era poco menos que misión imposible. Miguel Muñoz no alineó
aquella tarde a Gento, que empezó a saborear, tras 18 temporadas de titular, la
suplencia en favor de Manolín Bueno, el eterno suplente de la “Galerna del Cantábrico”.
Amancio puso el 0-1 y el propio Bueno el 0-2 para alegría de mi padre y mía.
Esa misma temporada, la 1970-71, fue la primera en que el Madrid no jugó la
Copa de Europa, “su” Copa, jugando por tanto la Recopa, como campeón de la Copa
del Generalísimo de la temporada anterior, en el mismísimo Nou Camp (entonces
se decía así) frente al Valencia.
Pues bien, el equipo entrenado por Miguel Muñoz se plantó en
la final de la Recopa, a celebrar en Atenas. El rival, el equipo inglés del
Chelsea. Por aquellos entonces, veía algunos partidos de fútbol y combates de
boxeo en la casa de mis abuelos paternos, justo por encima de la tienda de comestibles
de mi padre. En aquel “Askar” de mi abuelo (obviamente en blanco y negro), que por
cierto, le tocó en un sorteo de la Caja de Ahorros de Málaga, ya había visto un
campeonato del mundo de José Legrá, y aquella noche del 19 de mayo de 1971 me
disponía a ver a mi equipo del alma ganar por primera vez un título
internacional, puesto que la Copa de Europa de los “yé-yé” en 1966, yo tenía 4
añitos y no recuerdo, para mi desgracia, absolutamente nada.
Bien, me encontraba solo, no recuerdo ni a mi abuelo a mi
lado durante el transcurso del partido, me puse a verlo. Al descanso, 0-0. En
el minuto 56, un futbolista de cuyo nombre no quisiera acordarme, Peter Osgood,
hacía el 0-1. A
partir de ahí solo recuerdo al Madrid volcado sobre la portería del Chelsea, y
de marrar un montón de oportunidades de gol. Hasta que llegó el minuto 90, y
Zoco, el precursor de Sergio Ramos de la época, hacía de forma milagrosa el
1-1. Alegría, saltos, y nunca olvidaré la mirada al Cielo del jugador navarro
tras marcar el gol.
A por la prórroga. Treinta minutos de intenso dominio de
los blancos, pero entre el meta Bonetti y la mala fortuna, todo quedó en
empate. ¿Penaltis? No los había en aquella época, y hubo que ir al partido de
desempate, en el mismo estadio de Karaiskakis dos días más tarde. En el segundo
partido fueron mejores los ingleses, hay que reconocerlo, se pusieron 2-0 al
descanso y aunque Fleitas acortó diferencias, la Recopa se marchó para Londres.
No sé si lloré, pero el disgusto fue de padre y muy señor mío. El primer
disgusto futbolístico de mi vida. Y el primer disgusto, como el primer amor,
nunca se olvida.
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